POSEÍDOS
Todo comenzó cuando tenía 18 años, éramos siete amigos con una amistad que había crecido junto a nuestra edad, entre juegos y bromas nos divertíamos tratando de hacernos caer unos a otros y así pasábamos los días haciendo cada vez más grande ese lazo que nos unía, hasta que se rompió…
Recuerdo que un día en el jardín de Jorge, nos disponíamos a pasar toda la noche entre pláticas, música y bebidas; cuando en la conversación salió el tema sobre cuándo sería el fin del mundo, Jorge tomó la iniciativa de retarnos a todos: a ver si nos atrevíamos a invocar las fuerzas de la oscuridad para que nos revelaran el día que ocurriría.
Seguramente, pensaba asustarnos cuando en la mesa donde estaban las bebidas, dibujo una estrella de seis puntas, le puso una vela en cada una y en el centro colocó otra que sería la de él; cada vela estaba representando la voluntad de cada uno –nos dijo- para conocer los secretos de las tinieblas, la cual no nos pertenecía; sin embargo todos le seguimos el juego.
Para hacerlo todavía más interesante, acordamos comenzar el culto de invocación justo a las doce, cuando las almas buscan el contacto con los seres vivos y terminarlo a las tres pues para algunos es la hora donde el anticristo culminaría su obra; ya que a las tres de la tarde murió Jesucristo, a las tres de la madrugada vendría a dominar el anticristo. Cada quien tendría un turno para relacionarse con el alma a la que lograse llamar su atención.
La amistad era muy fuerte para abandonar, pero a medida se acercaba la hora, paso a ser muy estresante, tanto que al llegar las doce el lazo se rompió; llámese temor, incredulidad o bien prudencia que Dios nos regala, lo cierto es que entre disgustos cada quien se fue para su casa, el más molesto era Jorge, quien había iniciado la broma.
Dice la hermana de Jorge que cuando bajo a ayudarle a guardar las cosas que habían quedado afuera, observo como él se iba acercando a la mesa donde habían quedado las velas encendidas (probablemente a apagarlas). De repente un viento fuerte envolvió a Jorge y lo hizo caer de rodillas frente a la mesa, las luces se apagaron y solamente la vela del centro permaneció encendida…fue algo escalofriante –según dice- ver como la estrella dibujada por Jorge comenzaba a iluminarse y los ojos de Jorge se tornaban blancos y grandes, comenzó a expulsar espuma por la boca, su voz se volvió grave y no se le entendía lo que hablaba, parecían gritos de auxilio, pero en realidad era como un código lingüístico, que solo los que amaban la oscuridad podrían entender… no quiso seguir observando y corrió a su cuarto a rezar, las luces de la casa parpadeaban y el televisor se encendió con mucha interferencia en la pantalla, donde únicamente se iluminaba la estrella dibujada por Jorge, cerró la puerta con llave y no la abrió a pesar de los fuertes golpes que daba su hermano.
Todo ese alboroto duro justo hasta las tres, cuando de repente la calma regresó, sin embargo, Laura no se atrevió a abrir hasta que la luz del día llegó. Cuando abrió la puerta… encontró a Jorge en el suelo dormido, al despertarlo, no recordaba nada de lo sucedido, más que la apuesta hecha a sus amigos; Laura lo convenció de que fuera a confesar todo al padre de la parroquia, ubicada a unas cuadras de su casa.
Haciéndole la señal de la cruz estaba el cura, cuando el confesionario se comenzó a iluminar, todos los ahí presentes volvimos a ver cuando con gritos de dolor, Jorge le había arrancado con una mordida el dedo al párroco y se lo había comido, en la misma comenzó arder en fuego el confesionario y la sotana del sacerdote, nadie se atrevía a auxiliarlo, pues Jorge con una risa maléfica le gritaba que se lo llevaría al infierno… el sacerdote como pudo logro agarrar la cruz de su pecho y en un forcejeo con Jorge, le coloco la cruz en la frente y le ordeno:
“¡En el nombre de Cristo apártate de esta criatura de Dios, te ordeno que lo liberes!”. En ese momento, en cuestión de segundos, las llamas consumieron a Jorge y el fuego desapareció; nadie quiso tocar sus cenizas, solamente el padre quien con agua bendita veló los restos de Jorge y nos aseguró que gracias a su confesión el alma de nuestro amigo descansa en paz…
Editado por: Saúl Eduardo Montoya peña MP940446